Terciopelo Azul, de David Lynch

A decir verdad, no recuerdo la ultima vez que me contaron un cuento. Siendo niño, quiero decir. Al alcanzar la madurez parece como si la cosa cambiase. Es mas, puedo afirmar con rotundidad que me han contado mas cuentos siendo adulto que durante toda mi infancia. Entiéndase lo jocoso del caso.

Resulta remarcable que me acercara a alguien como David Lynch hace relativamente poco. De sobras es conocido su gusto por aquello perturbador para la persona de a pie, por mostrar aquello que este fuera de la norma, por jugar con los espectadores cuales títeres una vez que se apagan las luces en una sala. Digamos que Lynch no es para todo tipo de público, por lo que quienes esperen un blockbuster de manos del director de Montana que busquen en otro sitio, pues la palabra comercial jamás ha estado incluida en una frase relacionada minimamente con él.

Como decía, fue solo hace meses cuando me deje cautivar por el canto de sirena de Lynch, y he de deciros que su embrujo es algo que no te deja indiferente. Dejando de lado (temporalmente) su primera etapa, compuesta por Cabeza Borradora, El Hombre Elefante y Dune; me dispuse, en uno de esos ciclos de cine que ocurren de repente, a comenzar este surrealista camino por la primera película de su segunda etapa, Terciopelo Azul, estrenada en el año 1986, casualmente, el año de mi nacimiento.

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El titulo de la obra no podría ser mas sugerente, Terciopelo Azul (Blue Velvet), al igual que esa canción de Bobby Vinton, que nos evoca algo bello, elegante y delicado, pero que a su vez nos oculta algo mas oscuro y sórdido. Dos caras de una misma moneda. Esa América idealizada, de sonrisas y bellas estampas, pero que adquiere al mismo tiempo, invisible a simple vista, un matiz tenebroso, una maldad oculta en el ambiente perfecto de Lumberton, el lugar donde tienen lugar los hechos.

Encuadrada dentro del genero negro, con algunos toques de misterio, Lynch opta por llenar la cinta de elementos propios de la adolescencia, esa etapa donde el conocimiento, el desarrollo, la curiosidad o el aprendizaje hacen acto de presencia. Y esa curiosidad presente en el protagonista, Jeffrey Beaumont (Kyle MacLachlan) es lo que le lleva a descubrir algo que le cambiara para siempre, a él y a nosotros.

Considerada esta una historia de diferentes planos, de dimensiones ocultas, de personajes que se cruzan; es en las posibilidades que brinda el cruce de las vidas de los cuatro personajes principales donde se apoya Lynch para desmitificar aquello del American Way of Life. Los cándidos, castos y clásicos Jeffrey y Sandy (Laura Dern), frente a los caoticos, depravados e irreverentes Dorothy Vallance (Isabella Rossellini) y Frank Booth (Dennis Hooper). A destacar el papel de femme fatale de Isabella Rossellini, con ese toque de fragilidad que lo hace único, solo por debajo de la increíble interpretación de Dennis Hooper, dando vida a uno de los villanos mas perturbadores e inestables que he visto en mucho tiempo.

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Una oreja encontrada por Jeffrey mientras camina y la averiguación de su origen es todo lo que necesita Lynch para dar comienzo a la pesadilla, a plasmar la mayoría de sus obsesiones en la pantalla, para que el cuento de hadas del inicio comience a derrumbarse. Sumergidos en la mas autentica perversidad, podemos alternar, por ejemplo, el sexo, fetichismo y lujuria presentes en la relación entre Dorothy y Frank , en contraposición con el amor inocente y puro propio de adolescentes que viven Jeffrey y Sandy.

Obra de culto instantánea, que le valió a Lynch para ser nominado por segunda vez al Oscar al Mejor Director, ademas de la primera colaboración del mismo con la actriz Laura Dern y el compositor Angelo Badalamenti (imperdonable que este hombre todavía no haya sido nominado al Oscar) , seria el prologo de esa segunda etapa de su cine que comentaba antes, sentando las bases de lo que vendría en los años venideros, con Carretera Perdida y Mulholland Drive, en mayor medida.

Como debatía en su día con la chica que me impulso a ver Terciopelo Azul (no se equivoco), esta resulta idónea para comenzar la andadura lynchniana (perdonad la expresión), por aquello de ser mas accesible que aquellas que componen el resto de su filmografía. Un tenebroso cuento de hadas que resulta inservible para conciliar el sueño, sino todo lo contrario, es extremadamente útil si lo que queremos es mantenernos bien despiertos. Como ya le espeté a ella en su día, «un placentero balazo en la cabeza».

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