Cicatrizar una herida

Los tatuajes no son sólo una rama artística que se podría considerar como pintura cutánea. Son un medio a través del cual quien los lleva pretende transmitir alguna afición o querencia, o reafirmar visiblemente alguna ideología, o ir a la moda, o simplemente presumir, o sentirse mejor con su propio cuerpo,  pero presentan un inconveniente.

No se borran con el tiempo, al menos no lo hacen los que son indelebles. Pero el tiempo pasa, y el espíritu suele cambiar, así como ciertos modos de pensar, y algunas aficiones, y hasta los amores. A lo mejor te tatuaste un corazón con el nombre de tu novio/a de entonces, pero unos años después ya no es tu pareja. Lo que creías que iba a ser amor eterno, no fue más que algo pasajero, como lo es casi todo. Y ahora miras esa inscripción y ese dibujo en tu piel, que ya no tienen sentido. Tu amor se fue, pero el tatuaje sigue ahí.

¿Qué ocurre cuando lo que llevas dibujado en el cuerpo ya no se corresponde con lo que piensas y sientes en la actualidad?
¿Qué ocurre cuando te miras al espejo y ves que la imagen que está al otro lado proclama a gritos un mensaje que ya desterraste, en el que hace mucho que dejaste de creer?
¿Qué sientes cuando miras a tu pasado y no te gusta lo que ves?

CAUSAS

Cuando Tony Kaye (Londres, 1962), decidió rodar American History X, no era consciente del resultado que podía provocar. Una cinta de culto instantánea que aborda el tema de la cultura skin en una Venice Beach marcada por el cruce de diversas culturas, diversos grupos étnicos que provocan un estado de alerta e inseguridad en que solo se respira violencia y sus consecuencias, en un drama que coloca ante los ojos el caldero hirviente del odio humano y el difícil camino hacia la liberación.

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El director del film ha decidido explicar-nos estas dos historias de manera segmentada, alternando los planos temporales y utilizando el blanco y negro para el tiempo anterior a la condena, y el color, para el posterior.

Estas son decisiones que corresponden a la parte creativa del film. Cuando alguna vez nos preguntamos qué hace un director de cine, hemos de pensar en decisiones de este tipo, en todo aquello que aparece en la pantalla de una manera determinada; cuando una imagen aparece ralentizada o un sonido se deforma o se busca una fotografía más fría o cálida o se intenta explicar una historia empezando por el final o sirviéndose de la voz de un narrador omnisciente, cuando se decide no utilizar música o usar una de particular, cuando se busca un actor más joven o más viejo o más alto o más bajo…; cuando se toman estas decisiones es cuando podemos decir que un director está actuando creativamente, buscando un estilo determinado, hallando una forma expresiva concreta.

Básicamente, en American History X hemos de atender a los recursos formales del blanco y negro y  de la imagen ralentizada. El blanco y negro se utiliza a menudo para evocar realidades difusas ya sean sueños, recuerdos o deseos. Nadie ve en blanco y negro y es por eso que se relaciona esta modalidad cromática con todo aquello que no pertenece a la realidad visible. Tiene, además, un carácter anacrónico que se aprovecha en muchas ocasiones para presentarnos escenas del pasado (nuestros abuelos no vivieron en un mundo en blanco y negro, pero es difícil no imaginárselo así).

CONSECUENCIAS

American History X nos presenta dos historias que se explican mutuamente. Una de ellas pertenece al pasado, la otra, al presente, y las dos están separadas por el muro de la prisión en la que Derek Vinyard (Edward Norton) estuvo tres años, condenado por el asesinato de dos jóvenes de raza negra. Hasta entonces, todo, en la vida de Derek, había pasado por el filtro del nazismo: su pareja, su hermano, el sus amigos, el recuerdo de su padre muerto en acto de servicio un barrio de los suburbios…, todo estaba relacionado de una u otra forma con el odio racial y la violencia.

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En prisión, Derek aprendió a rechazar todo aquello que le condujo a cometer el crimen: el odio racial, como explicación de los conflictos, y la violencia, como método para solucionarlos. Su misión una vez fuera será la de alejar a su familia y especialmente a su hermano Danny (Edward Furlong) del ambiente nazi.

El personaje de Derek, por lo tanto, ocupa dos posiciones antagónicas en la historia, la una es la sombra de la otra: antes de su arrepentimiento es un joven colérico, rencoroso y violento, que extiende a todos los ámbitos de su vida (la familia, los amigos, las relaciones sentimentales, el aspecto físico) la intolerancia racista que predica; la cautividad, no obstante, lo humaniza y al salir de la prisión asume que su misión no consiste sólo en alejarse de aquello que ahora sabe que es el mal (los nazis y todo lo que defienden), sino combatirlo para poder rescatar a su hermano Danny del cautiverio sectario del líder ideológico, Cameron (Stacey Keach), y sus fanáticos soldados.

El encuentro entre los dos hermanos después de tres años, por tanto, es la parte fundamental de la narración, ya que opone dos formas de ver las cosas y dos planos temporales totalmente antagónicos. Sin este encuentro, la historia no tendría segunda parte y no existiría la posibilidad de salvación que busca Derek y que, finalmente, no encuentra Danny. Esta segunda parte de la historia pasa en tiempo presente y al mismo tiempo sirve para explicarnos, a través de una redacción escolar que le es encargada a Danny por su profesor y que lleva por título Historia Americana X (American History X), la historia en el pasado.

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Precisamente, uno de los aciertos del film consiste en esta propuesta de redacción, ofreciendo así una solución basada en la reflexión y la libre expresión: lo que el maestro quiere conseguir encargándole a Danny una redacción sobre su hermano y las causas que le llevaron a asesinar es incitarle a mirar al pasado, a pensar y a pronunciarse.

De esta forma, el film apuesta por la educación como una herramienta de pacificación y solución de los conflictos. Aun así, la película agota esta esperanza en su tramo final, cuando vemos como la fuerza del odio supera en ocasiones la de la razón.

Tras revisarla varias veces, a medida que pasa el tiempo también para mi, valoro cada vez más su mensaje conciliador. Me convence cuando señala al victimismo como un estado previo al odio. Nada es más ruin que descargar en los demás las frustraciones e insatisfacciones de la vida, nada es más mezquino que buscar continuamente culpables a quienes responsabilizar de las miserias propias.

La conversación que se da lugar en la cárcel, entre Derek y su antiguo profesor se me quedó grabada para siempre, pues éste nos da la clave de todo en una simple y desconcertante pregunta que es la piedra angular de todo aquel que quiera replantearse su vida.

El mérito mayor de cualquier obra de arte se mide en la trascendencia que pueda tener a lo largo del tiempo. Y este es un ejemplo perfecto de una película imperecedera de la cual obtenemos un mensaje altamente positivo a pesar de su trama.

Citando a Danny en un pasaje de la cinta, y como colofón a este texto:

“Supongo que debo decir lo que he aprendido, mi conclusión. Mi conclusión es que el odio es un lastre. La vida es demasiado corta para estar siempre cabreado. No vale la pena. Derek dice que siempre viene bien acabar un trabajo con una cita, dice que siempre hay alguien que lo ha hecho mejor que tu, que si no puedes superarlo róbaselo y aprovéchate. Así que he escogido algo que creo que le gustará: No somos enemigos sino amigos, no debemos ser enemigos. Si bien la pasión puede tensar nuestros lazos de afecto, jamás debes romperlos. Las místicas cuerdas del recuerdo resonarán cuando vuelva a sentir el tacto del buen ángel que llevamos dentro.”  

 

 

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