Éste septiembre hará dos años que Ruth y yo nos fuimos a vivir al piso que nos compramos. Era una casa de unos cuarenta y tantos años reformada y acogedora. Es un último piso, un tercero, y de una vivienda por planta con las ventajas que ello conlleva. No es muy grande, pero la distribución la hace muy cómoda y accesible. Tiene una cocina enorme y una galería la mar de cuca con espacio suficiente para todo lo que nos hace falta arrinconar. La cocina tiene una ventana que da directamente al patio y, como las viviendas de al lado son plantas bajas, con la luz que entra por ahí y la que nos entra por la galería, siempre está bastante iluminada.
De entre los inconvenientes puedo destacar que el sol golpea paredes y techo durante todo el día y el calor, en verano, es verdaderamente insoportable. Salvo éste y algún otro inconveniente (quién no tenga ninguno que levante el ratón) la vida en nuestro hogar es bastante apacible.
No pedimos más, no necesitamos más. No nos hace falta una casa con vistas al mar o a la montaña. Una vez que te acostumbras a ver los tejados, azoteas y antenas de los otros edificio puedes, perfectamente, aprender a encontrarles esa belleza seca y rancia que, indudablemente, tienen.
Ahora bien, aunque no sea mi intención que desde la ventana de mi cocina se disfrute de una visión idílica, sí me gustaría, al menos, no tener que encontrarme justo antes de prepararme la cena, con lo que, si se fijan, es el verdadero motivo central de la fotografía de arriba y que les muestro aquí abajo. Esto:
No se si es lo que parece, pero parece tanto lo que creo que es que, por narices, debe ser lo que parece. Si es lo que parece no me explico cómo ha llegado hasta ahí, delante de mi casa, pues muchos vendavales no ha hecho hoy.
Ruth tiene la teoría de que, alguien, al que, a partir de ahora nos referiremos como Cerdo de mierda, se ha encontrado… cómo decirlo… en una situación comprometida y, aterrorizado ante la idea de ser descubierto, ha evaluado la situación y ha decidido que, antes de que alguien de su entorno descubra de qué color son sus excrementos, mejor ilustrar con ellos el perfil de los tejados para deleite de todo el vecindario, eso sí, desde el tranquilizador anonimato.
Mi teoría, reconozco que un tanto pillada por los pelos, es que algún ladrón, tras descubrir dónde guardaba sus ahorros Cerdo de mierda, le sustrajo la caja fuerte y, tras apoderarse del botín, huyó por los tejados deshaciéndose de ella.
Lo que más me atormenta es que estamos condenados a ver como eso va envejeciendo y formando parte natural del tejado y de nuestras vidas. Arrrjjjj!!!
Yo lo que espero es que, cuando llegue octubre, las lluvias torrenciales que se avecinan arrastren la prenda tejado abajo, para que desaparezca de nuestras vidas.
O nos tomamos estas cosas a risa, o nos compramos un pisito de cuarenta millones en la zona pujante. Hay que decidir.
Me gustaMe gusta
O lo mismo pasa como con los gremlins… que se multiplican con el agua.
Un placer conocerte, Ruth.
Hoy tecleo «RDQCPS». Ultimamente no sale ningún palabro que sirva para algo.
Me gustaMe gusta
Ruth: te entendí mal, pensé que el objeto en cuestión estaba en el suelo de un patio, no en el tejado!!!
Si dicen que hay un piso por planta, no será muy dificil dar con el cerdo de mierda, salvo que haya mas edificios que dan a ese hueco.
Yo diría que tiren alguna toalla o sábana para que lo tape…
Me gustaMe gusta