Artesano

Si hacemos un recorrido por la historia del diseño gráfico es imposible no encontrarnos con el nombre de Saul Bass. Nacido en 1920 en Nueva York, sus trabajos más destacados estuvieron vinculados a la industria cinematográfica y al diseño corporativo de algunas de las empresas más importantes de Estados Unidos. Actualmente está considerado como un genio en lo referente al diseño y creación de títulos de crédito y su estilo personal de trabajo es objeto de estudio en las escuelas de diseño.

Bass comenzó sus estudios en el Artes League de Nueva York. Una vez graduado, prosiguió los mismos en el Colegio de Brooklyn donde tuvo la oportunidad de conocer al diseñador húngaro Gyorgy Kepes, quien lo introdujo en el estilo Bauhaus y en el constructivismo ruso. Tras trabajar en diversas agencias de diseño en Nueva York, en 1946 se muda a Los Ángeles, y cuatro años más tarde, en 1950, funda su propio estudio de diseño.

En un primer momento su estudio estaba enfocado al desarrollo de proyectos vinculados a la publicidad. En aquel entonces, llegarían trabajos para Robert Aldrich, Billy Wilder (La tentación vive arriba, 1955), pero sería el siguiente trabajo para Otto Preminger, con El hombre del brazo de oro (1955), cuando Bass saltaría a la fama como diseñador de referencia en la creación de títulos en movimiento e impulsaría la labor del diseño gráfico en el cine en una posición de relativa importancia. Bass llevaba cinco años en Los Ángeles y se había hecho un nombre en la industria del cine en algo tan secundario hasta ese momento como lo era su especialidad.

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Creó los títulos de crédito viéndolos como aquellos minutos fundamentales y capitales en toda cinta que debían servir de preparación del espectador ante lo que estaba a punto de presenciar recién apagadas las luces de la sala. Aquí está verdadero leit motiv de lo que significa y puede llegar a aportar un buen diseñador de cara a un filme en la meca de Hollywood. Esta modo de establecer el tono y la esencia de la película, era algo que hasta el momento no se había tomado en verdadera consideración. De este modo, los créditos dejaban de ser un elemento ajeno a la obra, para formar parte integral de la misma. El film, por tanto, empezaba ya desde sus títulos iniciales, desde sus primeros fotogramas.

Una parte determinante de su paso por el cine fue su colaboración con otro genio, Alfred Hitchcock. Los títulos de crédito de  Vértigo también llevaron a las audiencias a reconocer una técnica nunca vista hasta ese momento. La animación de las espirales que aparecen en los famosos créditos iniciales fueron obra del animador y pionero en el uso de imágenes generadas por ordenador, John Whitney. Conocedor del impacto que supone el hecho de descontextualizar elementos muy reconocibles, nos enfrenta sin concesiones al primer plano de un ojo femenino mientras la imagen se tiñe de rojo. Todas las obsesiones y miedos del personaje de James Stewart están presentes metafóricamente en estos créditos. Una verdadera obra de arte en sí misma y que incrementó el aura de reconocimiento que tiene Vértigo.

A continuación llegaron los títulos de Con la muerte en los talones y  Psicosis, otras dos composiciones decisivas. No hay que olvidar la impresionante música del maestro Bernard Herrmann que, como en las dos cintas anteriores, supo conjugar su talento con el de Bass. En la que fue, quizás, su colaboración más estrecha, Hitchcock, Herrmann y Bass consiguieron uno de los mayores éxitos de simbiosis entre puesta en escena, banda sonora y composición visual. Precisamente la compleja conexión de sus creaciones con la música que las acompañaba, es otro de los muchos valores que aportaron sus títulos de crédito.

El tramo final de su carrera se distingue por un nuevo emparejamiento con otro director de categoría, Martin Scorsese. Además de sus virtudes como cineasta, para mí destacan las de cinéfilo empedernido. Fue este sentimiento el que le llevó a contactar con Bass, para realizar las que fueron sus últimas contribuciones. Entre ellas sobresalen las elaboradas para El cabo del miedo y La edad de la inocencia, todas ellas fueron firmadas por Elaine y Saul Bass.

Fue su aportación a Casino, también de Martin Scorsese, su despedida del cine, ya que Bass falleció un 25 de Abril de 1996 en su casa de  Los Angeles (California), dejando un legado y un modo de hacer las cosas que aún tiene su eco 20 años después, un artesano de la materia de los que ya cada vez quedan menos pero que sienten y respiran cine por todos los poros de su cuerpo. Un referente, un maestro.

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